Querida Susan:
Me encuentro plenamente consciente que no resulta en lo absoluto habitual que todo y cada uno de nuestros deseos se vean satisfechos de forma tan plena como ha sucedido en los últimos años. No puedo evitar imaginarme dentro de un sueño del que puedo despertar en cualquier momento pero luego leo nuevamente tus cartas y me doy cuenta que incluso la mas dura de las realidades nos brinda una tregua de vez en cuando. Y es que es precisamente esa incansable lectura lo que me ayuda a soportar la idea de los días que nos separan y encuentro cobijo en la convicción de que a tu llegada disfrutaras de este lugar tanto como lo imagino.
Conociéndote como te conozco, no tengo duda que los jardines, los senderos y el bosque mas alla de los limites de la propiedad, serán tus lugares favoritos y siento celos con solo pensar en todo el tiempo que te robarán de mi lado. No dudo que en cuanto estemos juntos, desearas extender nuestra estadía y, aunque no debería decirlo pues tenia toda la intención de que fuese una sorpresa en su debido momento, he realizado las gestiones pertinentes para que así sea.
Maria Laura, la gobernanta, me tilda de sentimental. Es una mujer mayor y de buen corazón pero cuyo trabajo la ha vuelto dura y practica mas allá de lo recomendable. Aun así, no tiene reparo en hacerme compañía cada vez que lo considera necesario. Parece haber llegado a la conclusión que tu recuerdo provoca en mi la mas profunda de las melancolías. Es poco lo que esa pobre mujer parece comprender sobre los sentimientos y, para serte honesto, considero que mas bien soy yo quien le hace compañía a ella.
Los asistentes son, en su gran mayoría, hombrecillos de personalidad simple pero con una propensión a seguir ordenes que constituye el ideal, teniendo en cuenta las tareas de las que se encargan. Aun así, tu bien sabes que no puedo evitar hacer amigos a donde quiera que vaya y no voy a negarte que por ello es posible que me haya convertido en el huésped mas popular de la propiedad. Una popularidad que, por momentos, puede resultar incomoda, no te lo voy a negar. Desde que llegué es poco lo que he podido trabajar. Cada día me cuesta mas encontrar esos momentos de soledad que tan vitales me resultan, especialmente al inicio de un nuevo proyecto y estoy determinado a culminar todo el trabajo pendiente antes de tu llegada; difícilmente podré concentrarme en algo mas que en ti una vez estemos juntos nuevamente.
No puedo evitar notar que no he recibido respuesta a la ultima carta que te envíe; tampoco a la anterior. Me he tenido que conformar con repasar aquellos primeros intercambios, un amasijo de correspondencia amarillenta que a estas alturas comienza a desvanecerse.
Estoy seguro que los preparativos de tu partida han absorbido gran parte del poco tiempo que te quedaba disponible, pero en cuanto te resulte posible, agradezco me compartas los detalles finales de tu viaje, de manera que el personal de asistencia se encuentre preparado para tu llegada. Por mi parte, les he adelantado la información que tengo, pero es poco el caso que me han hecho. Sospecho que dudan de nuestro encuentro, lo cual es difícil de creer teniendo en cuenta que les he hablado de ti hasta el cansancio. En una ocasión un miembro del personal de servicio incluso ha llegado a sugerir que me he inventado tu existencia ¿Puedes creerlo? ¡Inventarme toda una vida en común! Tengo que admitir que perdí los estribos. Bien sabes que no es costumbre mía, pero me abalancé sobre él, decidido a hacerlo retractarse y es posible que haya perdido el control, momentáneamente.
Afortunadamente el incidente no pasó de ser un malentendido y aunque a la fecha no he recibido las disculpas que considero me merezco por el momento tan incomodo que he han hecho pasar, aparentemente quien lo provocó fue despedido, pues no lo he vuelto a ver en las instalaciones. Antes que te preocupes sin razón, te adelanto que me encuentro en perfecto estado y mas allá del disgusto, no queda en mí evidencia de dicho incidente; aunque me vi obligado a hacer reposo en cama por varios días.
Llevaba ya varias semanas durmiendo poco, o sin dormir en lo absoluto y si bien me encontraba en total desacuerdo con la necesidad de descansar tanto tiempo, no te niego que algún beneficio he podido obtener. Afortunadamente he logrado dormir de manera ininterrumpida, y las pesadillas que te he descrito en cartas anteriores parecen haber quedado atrás. Bien sabes lo mucho que me molesta tener pesadillas, y no por falta de valor, sino por lo aberrante que encuentro esa propensión de mi mente a mezclar los buenos recuerdos de nuestra vida en común con imágenes grotescas cuyo origen aun no logro determinar.
Ha sido una gran casualidad que uno de los huéspedes permanentes de la propiedad parece ser un importante doctor, retirado por voluntad propia de la vida de ciudad, según me cuenta. No te sorprenderá que hemos entablado una buena amistad y cuando lo conozcas sentirás que se trata de un viejo amigo, pues después de todo lo que le he hablado de ti, te conoce como si lo fuera.
Ha mostrado particular interés en mis pesadillas. Supongo que se trata de mañas de la profesión, esas que no se pueden dejar atrás incluso después de retirado. No he tenido mas opción que ceder y contarle, con lujo de detalles, el contenido tan desagradable acontecimientos.
Entre tu y yo, no quiero dudar de la competencia de nuestro amigo, pero si verdaderamente fue tan buen doctor como alega, sin duda el retiro lo ha hecho perder parte de sus capacidades. Ha llegado, de manera unilateral, a la conclusión que los gritos, la sangre, el caos y la violencia, que constituyen gran parte de mis horas de sueño, no son el producto de un subconsciente inquieto, sino recuerdos de hechos concretos y que tu presencia en cada uno de ellos tiene un papel instrumental en mi estancia actual en este lugar.
De mi interacción con nuestro buen amigo, puedo concluir una sola cosa: la soledad termina volviéndonos locos.
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