– Ya me han dicho que tengo una mirada fría.
– Fria no, gélida. Pero esa no es un tu mirada, es una mascara. Lo sé porque la he visto caerse, aunque sea solo unos segundos. La he visto caerse cuando se te olvida el mundo. Cuando te ríes, pero de verdad; no cuando finges reírte. Por un momento, sin darte cuenta, pierdes el control y quien esté prestando atención puede ver la otra mirada, la autentica. En ese momento es imposible sentir frío.
– ¿Y el corazón?
– ¿El tuyo o el mio?
– ¿Y es que acaso a ti te han acusado de tener un corazón de piedra?
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